Un niño volvía de la escuela confundido y en silencio. Su maestra enseñaba que los yaganes se habían extinguido. Él miraba a su mamá y a sí mismo, y sabía que «no estaban muertos». Convertido en hombre, levantó su voz con un libro precioso: vuelven los antepasados y reafirma que los yaganes existen. Aunque los hayan llamado «fósiles vivientes» y en las aulas los negaran.
Mi sangre yagán, de Víctor Vargas Filgueira, relata tiempos remotos en uno de los confines del mundo. El libro sobre Asenewensis, su bisabuelo, hechiza como un canto alrededor de una fogata y nos mece lentamente en una canoa sobre las gélidas aguas del Onashaga (Canal de Beagle).
Desde 1880, en la Patagonia, los blancos usurparon una tierra que no les pertenecía y casi logran la extinción de los pueblos fueguinos. Un yagán siglo XXI recupera la historia y contradice las inexistencias.

MI SANGRE YAGÁN – VÍCTOR VARGAS FILGUEIRA
Por más de 7000 años, los yaganes –canoeros y nómades marítimos– tuvieron un transcurrir tranquilo solo preocupados por conseguir alimento. Supieron adaptarse a uno de los ambientes más hostiles del Planeta, conviviendo con otros pueblos y con la naturaleza.
¿Por qué Mi sangre yagán cautiva? Por la originalidad y el tono.
Se introduce en los ojos de Asenewensis y vemos a través de ellos el mundo que se avecinaba. No cabe duda del ADN de Víctor: un relato oral y pacífico; y una vida entera conectada con algo que la Conquista no logró quebrar.

Mi sangre yagán apunta directo al corazón de los yámanas y al nuestro. Lleno de bondad, de ternura, ¿y saben qué más?: del temor que sintieron ante la llegada de los blancos. Estremece, conmueve y enfurece.
¿Qué les sucedía en el espíritu a los yaganes mientras eran acorralados? ¿Quiénes eran antes de que les amputaran la identidad?
Asenewensis representa la bisagra entre el mundo antiguo y el que les obligaron a aceptar o morir. Fue el último en vivir al modo ancestral y suplicó fuerza a sus dioses mientras les quitaban todo. Cambiaron con dolor para no ser destruidos.

EL HUBIERA Y EL ES
Si el proceso de formación de los Estados argentino y chileno hubiera sido más humano y menos violento, Víctor Vargas Filgueira tal vez tendría otro nombre –del sitio donde nació–. Tal vez se hubiera unido a una mujer yagán o blanca o mestiza y continuaría navegando el helado Onashaga en busca de lobos marinos para comer.
Tal vez, habría cumplido las ceremonias Kina y Chiejáus para convertirse en adulto y, tal vez, nunca hubiera dudado de su propia existencia.
O tal vez no a todo; pero ocurrió una Conquista que eliminó las posibilidades de elegir. Hoy es hoy. Lo que es seguro es que Víctor Vargas Filgueira, orgullosamente, tiene sangre yagán.

Los blancos (figura que atrasa, pero persiste) creían que donde ponían un pie inventaban la geografía y comenzaba el tic tac del reloj. Los yaganes tuvieron un coraje supremo para soportar la maldad. A las generaciones posteriores (la de la madre de Víctor, Catalina; Cristina y Úrsula Calderón) les inculcaron que eran inferiores y que debían avergonzarse y callar. Intentaron borrarles la cultura.
Evangelizadores, conquistadores e historiadores ya contaron su versión. Conocemos el pensamiento de la época. «Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia»: es el turno yagán. El autor, fiel a su herencia, es todo un cuentacuentos.
-MALENA FERNÁNDEZ

«Yo pongo a cualquier «blanco» y le digo: «asegurame que no tenés un cazador o recolector en el pasado». Hay un solo origen. Entonces no me pueden ver como un indígena yagán pobrecito.
El que no tiene sangre indígena en las venas la tiene en las manos».
(Entrevista con el autor, 5/5/22)
MI SANGRE YAGÁN, GPS
- Dónde y cuándo: 1850-1930, Patagonia austral, América del Sur.
- Autor: Víctor Vargas Filgueira.
- Publicación original: 2021
- Pág.: 126
- TEMAS: novela corta, creencias, identidad, naturaleza, tradiciones, familia, cultura indígena, literatura indígena, literatura federal, literatura argentina, literatura latinoamericana, literatura americana, Latinoamérica
LIBROS Y LUGARES
Para conocer más sobre los pueblos fueguinos: yaganes (yámanas); aonikek (tehuelches); kawésqar (alacalufes) y selknam (onas).
En Ushuaia, el Museo del Fin del Mundo. En Puerto Williams, el Museo Antropológico Martín Gusinde (Foto 1: Read&Fly) y en Punta Arenas, el Museo Salesiano (Foto 2: Read&Fly).
Una mirada crítica acorde a los tiempos actuales requiere leer muchas historias y visitas contextualizadas. ¿Quién escribió el libro o montó la exposición? ¿Cómo se tomaron determinadas fotografías? ¿Qué verdad representa todo eso? Solo así dejaremos de propagar invisibilidades y de silenciar los horrores cometidos en el pasado, lejano y cercano. No seamos tan inocentes.

En febrero del 2022 falleció la abuela Cristina Calderón, que hoy descansa en Isla Navarino. «Última yagán», dijeron los medios. La propia Calderón negaba ser la última.
Mi sangre yagán desafía el discurso oficial acerca de cambios de paradigma y políticas reparatorias. Puro humo: la invisibilidad de los pueblos originarios y el racismo permanecen.
Habrá que pensar a quién le conviene la extinción. Se parece bastante –más diplomático y con otras armas– a un nuevo genocidio.
YAGANES EN CINE
Víctor Vargas Filgueira y otros yaganes participaron en los documentales Canoeros, memoria viva, para el National Geographic, y Twakana Yagan.
ENTREVISTA CON VÍCTOR V. FILGUEIRA: AQUÍ
MÁS LIBROS: AQUÍ
MÁS CULTURA INDÍGENA: AQUÍ
MÁS PATAGONIA: AQUÍ
INICIO: AQUÍ
Todas las palabras bonitas del mundo son pocas para poder expresar todo lo que siento por los pueblos fueguinos queridos.
´Qué lindo y tan emotivo comentario. Comparto el sentimiento. Gracias.
Gracias, Ivan. Qué sentido y emotivo tu comentario. Comparto el sentimiento.