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Patagonia: las cruces pobres del sur chileno

Diminuta isla Aucar en Chiloé

En el remoto archipiélago de Chiloé, las cruces miran el mar sobre colinas. Los difuntos esperan la llegada de los pescadores. ¿Cómo son los cementerios en la Patagonia chilena? Agua, sincretismo y devoción.

Los cementerios de la Patagonia rural chilena padecen inundaciones y erupciones e inspiran poemas: cuando la muerte guarda una autenticidad y esencia invisible a los ojos.

Aucar Chile

CEMENTERIOS FLOTANTES Y SUBMARINOS EN CHILOÉ

Varias décadas atrás, algunos cementerios en la Isla Grande de Chiloé rozaban el agua. Al subir la marea, los cubría. Los llamaban cementerios submarinos. En el villorrio de San Juan, donde las lápidas nunca han cambiado de lugar, el terremoto de 1960 corrió la Tierra y desde hace tiempo las almas ya no bucean. Los pobladores construyeron un muro para mantenerlos a salvo.

ISLA DE LAS ALMAS NAVEGANTES
Septiembre y noviembre: fiestas religiosas en Aucar.

En Quemchi, en la diminuta Aucar, a la que se accede caminando por una pasarela de madera, existe un cementerio flotante; su soledad la rompen una modesta iglesia y aves ruidosas. «La isla de las almas navegantes» es sede de procesiones muy tradicionales del pueblo chilote.

UN LUGAR, UN POEMA

«Los cementerios chilotes se plantan mirando hacia la mar. Las casitas de los muertos abren los ojos y se alzan de puntillas para mirar los barcos que cruzan los canales.

Los cementerios chilotes siembran sus casitas de alerce y sus cruces de tepa sobre una colina amable. Y desde lejos esas villitas de muertos que parecen de juguete podrían parecer al afuerino grandes piños de ovejas pastando a todo aire.

Los cementerios chilotes navegan con el viento y siguen con los ojos el caprichoso recorrido de las nubes, miran y miran el más allá cercano, entre el cielo y las olas. Y hasta dicen que sueñan como sueñan los vivos».

–Extracto del poema «Cruz blanca y sola en el cementerio coronada» de Carlos Trujillo en Nada queda atrás)

San Juan Dalcahue Chile
Un día lluvioso, como otros, en San Juan, un villorrio de 1000 personas. Los barcos esperan en la arena el regreso de la marea mientras parejas de cisnes de cuello negro protegen entre sus alas a sus recién nacidos.

CRUCES, FLORES Y CASITAS CON CHIMENEAS

Los cementerios de la Patagonia son menos tristes que otros. El sincretismo entre las creencias de pueblos originarios y el cristianismo de jesuitas y franciscanos dio origen a espacios que mantienen  una particular impronta.

Como pequeños corrales al aire libre, llenos de coloridas flores recientes, telas blancas trenzadas y casitas con chimenea, «las villitas de muertos» se funden con una profunda devoción –heredada– del pueblo chilote al Nazareno de capa morada; a «ese Jesús del madero, el Cristo de los gitanos» de Antonio Machado.

DESPEDIR A UN SER AMADO EN LA PATAGONIA RURAL

En un cementerio de Ensenada, Sebastián construye tumbas a la vera de la ruta con Puerto Varas. ¿Cómo despiden y entierran a un ser amado los pobres del campo patagónico? Dejando fuera a Chiloé y sus tradiciones, los velatorios ocurren en las casas.

Sebastián se gana la vida construyendo tumbas y altares. Lo hizo mientras estudiaba y lo retomó hace un año. Lo más común: cruces solas; aunque parece que se «están usando las casitas con chimenea», un resabio mapuche.

Durante dos días, familiares y vecinos toman café y mate y conversan alrededor de un sencillo ataúd debajo del cual se coloca un fuentón enlozado con agua. Según creen, retrasa la descomposición del cuerpo y el mal olor.

NADA DE QUITAPENAS

Todos juntos acompañan el entierro y vuelven al hogar para dar consuelo. El mate forma parte de la hermandad.

El alcohol, el «quitapenas» que acostumbra beberse en los funerales santiaguinos, está prohibido. Se considera una falta de respeto a los difuntos.

RECUÉRDAME

Sebastián explica que los difuntos rurales reciben visitas diarias, incluso varias veces al día. El camposanto permanece concurrido –se nota– hasta que oscurece. Familias numerosas –más de 10 hijos– han visto partir y llegar a varios integrantes: no hay día que una tumba sea olvidada.

Ellos se ocupan de cambiar flores, adornar hasta que parezca un lugar vivo, de cortar el pasto y de agregar objetos: desde tazas y juguetes, hasta guitarras si el difunto era músico.

En el reducido cementerio que recorrí ya no hay lugar ni deben pagar. Las tumbas miran el lago Llanquihue y su retaguardia es el Volcán Calbuco.

CEMENTERIOS DE LA PATAGONIA
En Ensenada, la tierra revuelta y los inmensos arreglos florales sin decolorar evocaron el «Recuérdame» de Coco. Y sentí que en los cementerios de la Patagonia chilena, a los que se fueron antes, se los cuida y se los lleva en el corazón.

VIVIR Y MORIR, CUESTIÓN DE RICOS

Sebastián me contó lo costoso que es, para la Patagonia rural, morir. Más de 1 millón de CLP (cajón, cementerio, altares, etc.). Si son pensionados, el Estado les devuelve un 30% algún tiempo después.

ERUPCIÓN DEL CALBUCO: DOBLE SEPULTURA

La Patagonia chilena y argentina sufrió por mucho tiempo las erupciones del Calbuco del 2015. Ensenada quedó literalmente sepultada: por varios días inmensas columnas de humo y ceniza (sólida) salieron despedidas y cayeron toneladas que aplastaron casas, animales y a algunas personas que no quisieron evacuar. Se cubrieron completamente las carreteras.

¿Qué pasó con el cementerio? Los muertos fueron sepultados por segunda vez. Hubo que escarbar para encontrarlos; aún se pisan restos volcánicos entre las tumbas.

LIBROS Y RITOS FUNERARIOS

Recomendación literaria. ¿Qué sucede en una aldea china cuando se rompen los ritos funerarios tradicionales y con ello el alma de los vivos? La muerte del sol, de Yan Lianke.

 

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