Iban a jugar a la montaña. En Argelia, en una siesta, en plena guerra, unos niños subieron a un camión. Fue un atentado. Brutal. Hubo alguien que sobrevivió y nos cuenta cómo fue el oscuro después, cuando la arena y la tristeza cubrió al pueblo entero. Y cuando se tuvo que ir.
La Montaña, de Jean Noël-Pancrazi, literatura africana muy breve y conmovedora. ¿Qué sucedería si tus compañeros de escuela fueran degollados? ¿Y si debieras haber estado ahí? ¿Y si la mole donde los mataran te quedara en la punta de la nariz para recordártelo cada segundo?
LA MONTAÑA – JEAN-NOËL PANACRAZI

Le robaron el alma a una comunidad argelina cuando asesinaron a seis niños durante la guerra. Mientras todos dormían, los invitaron a la montaña a jugar. Iban por piedras y escarabajos. Los encontraron degollados.
Un chiquillo nunca subió a la camioneta y se salvó; de la muerte, no de la culpa.
«Mis amigos seguían mirándome desde lo alto de la montaña desierta y sombría, sosteniendo en sus manos los pequeños escarabajos marrones y dorados, preguntándome por qué no los había acompañado, por qué yo decidía quedarme y no daba la voz de alerta».

El protagonista, Jean-Noël Pancrazi hecho hombre, recuerda la cotidianeidad de la guerra -naturalizada porque no se conoce otra realidad-, cómo fue el tiempo después de la tragedia, esos padres y vecinos anestesiados por el siroco –el viento del Sahara– y por la pena; y cuando lo obligaron a irse y perdió su Patria.
A través de la mirada infantil, nos encerramos durante el toque de queda, llegamos en bicicleta hasta las fronteras prohibidas del Pueblo Negro y asistimos a clase para ver cómo se van vaciando los pupitres.
La nouvelle, bellamente escrita y extremadamente conmovedora, es una experiencia muy física, ¿qué quiero decir? Lo leemos con la sensación, primero, de haber presenciado una explosión y quedar sordos, aturdidos. Luego, como bien compara el prólogo, de ser arrastrados por un río torrentoso. A veces respiramos, a veces nos ahogamos.
Hacía años que no cerraba un libro cubierta en lágrimas. Insisto: la geografía afecta el carácter de las personas, y eso se nota en los libros. A Pancrazi el paisaje argelino se le quedó impregnado en las pupilas transparentes. La montaña, esa montaña, simboliza todo.
-MALENA FERNÁNDEZ
«La patria es la infancia porque un niño entiende todo y un niño es naturalmente indulgente con el mundo. Y porque todos los sujetos cuando se acercan a terminar su vida hay una cosa que queda y es la infancia y siempre se puede volver a los recuerdos de la infancia, es como un tesoro interior. Yo he cambiado muchísimo desde la infancia pero no la mirada sobre el mundo».*

LA MONTAÑA: GPS
- Sección: ÁFRICA 55 | MEDITERRÁNEOS
- Dónde y cuándo: pueblo de Argelia, África. Alrededor de los años 60.
- Autor: Jean-Noël Pancrazi
- Año de publicación original: 2012 (La Montagne)
- TEMAS: nouvelle, niñez/ adolescencia, Independencia de Argelia, Historia de Argelia, guerras civiles, guerras, migrantes / refugiados, memoria y nostalgia, pequeños destinos, literatura argelina, literatura africana, Magreb, Mundo Árabe, Mediterráneo, Norte de África.
LIBROS EN ARGELIA: LA MONTAÑA
¿Qué circunstancias históricas atraviesan el libro? La lucha en Argelia contra la ocupación francesa y los enfrentamientos entre guerrillas; y el exilio forzado tras la Independencia en 1962.
Jean-Noël Pancrazi se crio en el país africano hasta los 10 años y, como el protagonista, se fue expulsado a Francia donde cargó con el mote despectivo de pieds-noirs (pies negros) y la identidad pasó al limbo. Para los franceses, los desterrados eran argelinos ricos. Para los argelinos, franceses explotadores.
En la literatura africana de los migrantes de las excolonias europeas, aparecen recurrentemente los relatos de circunstancias terribles mezcladas con la nostalgia por una tierra que ya no existe.
El burundés Gaël Faye escribió un hermosísimo homenaje a su Pequeño país, también a través de los ojos de un niño.
No importa lo tremendo que nos parezca todo. Es la infancia -arrebatada a veces- la que persiste en la memoria. En La montaña hay algo cinematográfico, un aura lejano a Cinema Paradiso: esos adultos -otrora niños- que recrean tiempos perdidos y un cine tan presente e importante. Para Pancrazi se puede imaginar y decir la verdad, y escribir -en determinado momento, cuando hay distancia y se aplacan las pasiones- equilibradamente sobre política y cuestiones íntimas.**
Los recuerdos dolorosamente vívidos lastiman. Soltarlos como sea, a borbotones o de a migajas, alivia. Tras un largo silencio, Jean-Noël Pancrazi, en La Montagne, liberó la culpa y, al final, se perdonó.
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