«Los aspectos más íntimos de la República Dominicana contemporánea», según Rita Indiana. Un libro musical, olfativo y callejero sobre dos generaciones. La actual, en el limbo, huérfana de ideales. Y la de sus padres, la guerrilla dominicana que imitaba al Che y a Fidel y que pactó con el Diablo.
Hecho en Saturno, de Rita Indiana. Protagonizado por un joven pintor frustrado, de carácter flojo y adicto a la heroína. Su padre, exmilitante contra la dictadura de Balaguer, funcionario de alto cargo y con un niño que arruina su imagen pública. ¿Solución? Lo manda pa’ Cuba y lo deja ahí. A desintoxicarse. Y pa’ esconder la mugre bajo la alfombra.
Líderes de la liberación para derrocar a Balaguer. En el centro de la famosa foto, Francisco Caamaño (el Che dominicano) cuando desembarcó en Playa Caracoles en 1973 (fusilado unos días después).
HECHO EN SATURNO – RITA INDIANA
José Alfredo Luna llegó a ser una deidad, un Saturno, un Zeus, en la República Dominicana que luchaba en los 60 y 70 por la democracia, siguiendo el camino cubano. Amigo de Caamaño, entrenado en los territorios del Che, líder del Movimiento Popular Dominicano. A los 14 años, hacía explotar una molotov y reclutaba jóvenes para derrocar una dictadura.
El siglo XXI lo encuentra en el Palacio de Gobierno, comiendo langosta, con chofer y gafas bañadas en oro. La Revolución Dominicana no tuvo el «éxito» de la cubana. Algunos sobrevivientes pactaron con el Diablo.
¿Dónde come los antigua izquierda privilegiada de Hecho en Saturno? En Don Pepe, clásico restaurante dominicano. Le dicen «sede del nuevo jet set dominicano». Con menú a la vista. En promedio, buen puntaje de turistas.
El legendario Luna traicionó a sus compañeros y se alió con los asesinos. Nuevo rico privilegiado. Sin escrúpulos. Dos hijos: Ernesto, «una joyita», reflejo del Alfredo actual; Argenis; una basura en el ojo, debilucho y drogón.
¿Cómo hace el hijo-estorbo para (sobre)vivir, a la sombra de un tipo como José Alfredo? De eso trata Hecho en Saturno.
Favorito de Saturno Luna: pa’ que lo vean bien los blanquitos, chupa ruidosamente unas ostras mientras se lamenta por los camaradas muertos.
«Esta es la Revolución Dominicana, pensó Argenis con una pata de cordero en la boca, tanta sangre derramada para comer langosta».
Hecho en Saturno transcurre en La Habanay en Santo Domingo y trata de Argenis, de cómo ve el mundo desde su propio derrumbamiento y autodestrucción. Desencantado, adicto, despreciado por papi, sin ideales ni batallas. Ni propias ni ajenas.
Argenis Luna, limpio de droga, recupera la lucidez y los recuerdos familiares. Y se pregunta dónde está, en las deterioradas calles de «el París de las Antillas», la Cuba que envidian en su patria. En La Habana también hay traición, miseria y caudillos anacrónicos.
Un joven vende batatas asadas en su bicicleta en una calle de Santo Domingo. Foto: Diana Acevedo (Diario Libre)
El joven Luna regresará a Santo Domingo con los mitos revueltos e intentará rearmar las piezas de ese padre-Dios-humano y de su propia vida.
DOS GENERACIONES DOMINICANAS ACTUALES
«Saturno devorando a sus hijos», de Goya. (Museo del Prado).
“Yo quería saber cómo se llega ahí, cómo se da ese proceso de transformación dentro de un ser humano que empieza buscando la justicia a través de unos ideales socialistas y acaba convertido en algo totalmente opuesto.
Argenis vive a la sombra de la transformación de su padre. Y la muestro a través de sus recuerdos, que son los recuerdos de mi generación.
Una generación que se quedó en el limbo, con muchas promesas y expectativas no cumplidas”.* (Rita Indiana)
LOS LUNA: SATURNO Y ZEUS
Saturno, según la mitología grecorromana, devoraba a sus hijos ni bien nacían por miedo a ser destronado. Rea, la madre, cansada de ver a su hermano-marido carnívoro; lo engañó y salvó a uno.
Zeus cumplió la profecía y llegó al Olimpo. Argenis, lidia con el amor-odio a papi. A menudo, recuerda al Dios de los Dioses.
En Hecho en Saturno, RI recorre las islas describiendo los olores a salitre, a comidas callejeras y a sudor; la música patológicamente fuerte; el merengue y la bachata que saturan a los Luna, las puertas abiertas y la intimidad inexistente. El mar, siempre tan cerca. En el Caribe –caliente y caluroso– se odia y se ama; se mama, se singa y se es un comemierda o un marica.
Literatura Indiana: clase de castellano y urbanismo dominicanos. Barrios donde se camina esquivando basura, mendigos haitianos y vendedores ambulantes. Estética arquitectónica esfumada con los ideales. Unas zapatillas de marca importan más que un plato de arroz. Foto: comercio informal de calzado usado o de imitación cerca de Av. Duarte (Diana Acevedo en Diario Libre)
Muchos dominicanos la han peleado, con armas o sin ellas, por hambre o por convicción. Made in Saturno alude a la nueva República Dominicana, fabricada por hombres como papi y heredada por algunos Argenis Luna.
Oye, papi o mami, si tú vas por la vida levantando meñique para tomar el té, ¿qué tú hace aquí? A otra cosa, mariposa. Hay que disfrutar de la jerga de RI –vulgar, callejera, marginal–. Seamos sinceros –como sucedió con Pedro Lemebel– Indiana es culturalmente apta para todos, aunque no todos lo admitan. Ni hipócrita ni elegante ni cool: genuinamente dominicana.
-MALENA FERNÁNDEZ
La descripción lo dice todo. La apodaron la Montra -vocablo dominicano-; buena en todo lo que hace.
«La Habana fue y sigue siendo el norte de la izquierda latinoamericana, ese experimento supuestamente exitoso, de donde salieron un montón de mitos y leyendas que todavía se siguen contando. Yo quería que Argenis visitara la leyenda para deconstruirla desde su experiencia personal.
Él llega a una Habana que quizás nunca fue la que imaginaban los izquierdistas en los 60 y 70. Argenis nos sirve de puente para ver cómo es realmente la situación de Cuba, cómo la gente se envilece y recurre a cosas que están más allá de la moral, porque ahí es donde nos colocamos cuando tenemos que sobrevivir a toda costa.»*
Es frecuente en la literatura antillana contemporánea encontrar individuos a la deriva; migrantes o presas de adicciones y depresiones. Las causas, múltiples, dependerán del pasado y del devenir de cada isla. Para los que vivieron la magia de la esperanza debe ser destructor. ¿Y para sus hijos y nietos? ¿Vivir en una isla potencia el vacío existencial?
Rita reivindica la condición de isla y al mar. Encuentra sus raíces y una identidad –musicalidad, lenguaje, habitantes– contra las que no lucha y que integra en sus libros.
El mar de Santo Domingo, desde el mirador Montesino en el Malecón (un misionero dominico que defendió a los taínos de los españoles).
«EL MAR ES LA MADRE QUE LOS (NOS) PARIÓ»
«La sensación de encierro es la bandera de la identidad caribeña. Los dominicanos compartimos esa sensación con los cubanos, porque, aunque un gobierno no nos prohíba salir, conseguir una visa nos cuesta muchísimo. Mucha gente intenta vencer ese encierro poniendo en riesgo su propia vida, subiéndose a una yola.
También un encierro idílico, un encierro de contrastes, no el encierro de una ciudad amurallada. Los caribeños no podemos decir: “Vamo’a darle pa’lante”, porque en el horizonte no hay todo un continente esperando, solo hay mar.
Estamos rodeados de algo hermoso, algo lleno de vida, que ha inspirado miles de canciones, poesías, novelas. Los aborígenes llegaron por el mar, los españoles, los africanos. Aunque de diferentes maneras, todos llegaron por ahí. El mar es la madre que los parió».*
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