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La montaña

La montaña Pancrazi

Argelia, plena guerra, siesta. Iban a jugar a la montaña: 6 niños subieron a un camión. Fue un atentado brutal. El autor se salvó y muchísimos años después puede contarlo.

La Montaña, de Jean Noël-Pancrazi, literatura africana breve y conmovedora. ¿Qué sucedería si tus compañeros de escuela fueran degollados? ¿Y si debieras haber estado ahí? ¿Y si la mole donde los mataran te quedara en la punta de la nariz para recordártelo cada segundo?

Pancrazi habla de cómo fue el oscuro después, cuando la arena y la tristeza cubrió al pueblo entero; y de cuando se tuvo que ir.

LA MONTAÑA – JEAN-NOËL PANACRAZI

Le robaron el alma a una comunidad argelina cuando asesinaron a seis niños durante la guerra. Mientras todos dormían, los invitaron a la montaña a jugar. Iban por piedras y escarabajos. Los encontraron degollados.

Un chiquillo nunca subió a la camioneta y se salvó. De la muerte, no de la culpa.

«Mis amigos seguían mirándome desde lo alto de la montaña desierta y sombría, sosteniendo en sus manos los pequeños escarabajos marrones y dorados, preguntándome por qué no los había acompañado, por qué yo decidía quedarme y no daba la voz de alerta».

Montañas Hoggar -uno de los lugares más turísticos de Argelia- en el Desierto del Sahara: hogar de los tuaregs (pueblo bereber nómade saharaui) a más de 2000 km de Argel.

El protagonista, Jean-Noël Pancrazi hecho hombre, recuerda la cotidianidad de la guerra –naturalizada cuando no se conoce otra realidad–, cómo fue el tiempo después de la tragedia, esos padres y vecinos anestesiados por el siroco –el viento del Sahara– y por la pena; y cuando lo obligaron a irse y perdió su Patria.

A través de la mirada infantil, nos encerramos durante el toque de queda, llegamos en bicicleta hasta las fronteras prohibidas del Pueblo Negro y asistimos a clase para ver cómo se van vaciando los pupitres.

SÉTIF. Ciudad natal de Pancrazi (1949), a 260 km de Argel. Conocida la masacre de Sétif y Guelma (1945): murieron entre 6 mil y 30 mil personas.

La nouvelle, bellamente escrita, extremadamente conmovedora, se transforma en una experienciafísica. Lo leemos con la sensación, primero, de haber presenciado una explosión y quedar sordos, aturdidos. Luego, como bien compara el prólogo, de ser arrastrados por un río torrentoso. A veces respiramos, a veces nos ahogamos.

Hacía años que no cerraba un libro empapada en lágrimas. La geografía afecta a los escritores. A Pancrazi el paisaje montañoso argelino se le quedó impregnado en las pupilas transparentes. La montaña, esa montaña, simboliza su dolor.

-MALENA FERNÁNDEZ


JEAN-NÖEL PANCRAZI Y LA MONTAÑA

Jean-Noël Pancrazi, argelino-francés, ojos turquesa, nostalgia por las raíces, español aprendido en República Dominicana y oraciones muy largas porque así le gusta escribir.

«La patria es la infancia porque un niño entiende todo y un niño es naturalmente indulgente con el mundo. Y porque todos los sujetos cuando se acercan a terminar su vida hay una cosa que queda y es la infancia y siempre se puede volver a los recuerdos de la infancia, es como un tesoro interior.

Yo he cambiado muchísimo desde la infancia pero no la mirada sobre el mundo».*

Superamigable en ebook.

LA MONTAÑA: GPS


LIBROS EN ARGELIA: LA MONTAÑA

¿Qué circunstancias históricas atraviesan el libro? La Guerra de Argelia (1954-1962) y los enfrentamientos entre guerrillas. Jean-Noël Pancrazi, hijo de franceses, nacido (1949) y criado en Argelia hasta los 10 años. Tras el exilio a Francia donde cargó con el mote despectivo de pieds-noirs (pies negros: nacidos en Argelia) y la identidad pasó al limbo. Para los franceses, los desterrados eran argelinos ricos. Para los argelinos, franceses explotadores.

En la literatura de la diáspora africana que huyó o dejó forzosamente las excolonias europeas por las guerras, aparecen recurrentemente relatos de circunstancias terribles mezcladas con la nostalgia por una tierra que ya no existe.

No importa lo tremendo que nos parezca todo. Es la infancia –arrebatada a veces– la que persiste en la memoria. En La montaña hay algo cinematográfico, un aura a Cinema Paradiso: esos adultos -otrora niños- que recrean tiempos perdidos y un cine tan presente e importante en sus vidas.

El burundés Gaël Faye escribió un hermosísimo homenaje a su Pequeño país, también a través de los ojos de un niño.

Para Pancrazi se puede imaginar y decir la verdad, y escribir –en determinado momento, cuando hay distancia y se aplacan las pasiones– equilibradamente sobre política y cuestiones íntimas.**

Los recuerdos dolorosamente vívidos lastiman. Soltarlos como sea, a borbotones o de a migajas, alivia. Tras un largo silencio, en La Montaña, Pancrazi, liberó la culpa y, al final, se perdonó.


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